Basura en el hospital - Lois Caeiro}

2022-07-29 09:23:49 By : Ms. Wendy Lee

La mayor oferta de comida basura que he visto en los últimos años estaba en la sala de espera de urgencias de un hospital gallego. No era una máquina, eran varias, una pegada a otra. Lo digo en pasado: no fui a comprobar si seguían en los expositores los mismos productos de bollería industrial sobre los que los profesionales de la medicina nos advierten con insistencia de su maldad para la salud. Volví a encontrarme ayer con similar oferta, sin tanta longitud de máquinas, en un espacio de tránsito de otro hospital también gallego: había de todo lo que en principio se considera dañino. Los yogures, afortunadamente eran de una buena marca del país, y las botellas de agua, creo que también de marca gallega, estaban situadas casi a nivel del suelo. A la altura de los ojos, en posición de producto reclamo, una gama casi completa de la comida basura. 

Esas máquinas, con café, infusiones, agua, yogur, unas piezas de fruta fresca o un sándwich, que merezca tal nombre, prestarían en el hospital un servicio a pacientes, acompañantes y visitantes. Serían igualmente una fuente de ingresos para el Sergas, al modo en el que la señora Thatcher aconsejaba, para generar recursos, a los directivos de un hospital público inglés que visitaba: exploten ustedes el aparcamiento, la piscina, el gimnasio, etcétera. No siempre para mantener servicios y crecer deberíamos dar por agotadas las vías con la llamada al dinero público. Está contado en ‘Los años de Downing Street’, que son las memorias del paso por el poder de la calificada como dama de hierro. Casi nada habrá que objetar a la fórmula que proponía Lady Thatcher, salvo por quienes la responsabilizan, con Reagan como abanderado de la desregulación y el neoliberalismo destructor, de todos los excesos —algunos sí— y fugas, —también algunas— que tiene el sistema. Otras pérdidas por las tuberías tienen paternidades de presuntos salvadores o soldadores. Tampoco admitirán la fórmula quienes reclaman el gratis total, incluso para los chupitos que servían con el café mañanero en el bar de la gasolinera. 

Si una amplia gama de bollería industrial se puede ofertar en los pasillos de los hospitales, decídanse ya por acompañarlas con un espacio ‘fast food’,  máquinas expendedoras de tabaco y de bebidas alcohólicas. No descartar incorporar unas tragaperras, pero con música de reclamo como las de antes en los bares. No fomentarían la ludopatía más de lo que lo hacen los programas de loterías y apuestas varias que promociona la televisión pública estatal en hora de máxima audiencia. Tendría cierta lógica  de higiene y salud, acorde al espacio hospitalario, y no creo que sea un exceso, que hubiese máquinas expendedoras de preservativos, aunque no sea el lugar indicado para hacer uso de los mismos, salvo casos de justificada urgencia. 

Evidentemente que cada uno puede hacer de su capa un sayo mientras no perjudique a terceros. Pero la llamativa presencia de la bollería industrial en un hospital chirría algo más que con la estética y el sentido común, cuando los políticos, a derecha e izquierda, si nos descuidemos regulan el ancho de la cama para yacer solo o acompañado. Y multan.